My name is Irma.
My name is Irma. I am the mother of three children. I came from Mexico more than ten years ago with the hope of unifying my family for my son. Like many women in Latin America, our husbands come to this country in order to provide us with a better life. But it is very difficult for our children to understand that their parents did not abandon them, they went out to support them, to try to give them a better life. Better in the economic sense because emotionally, that does not happen. It is very difficult to raise a child alone, educate them, and get ahead. So after many years of waiting for him to come back, we came to live here, in the United States. My son at that time was 9 years old. I brought him with my best intentions, but I never thought he would have to go through so many barriers: First, the language, as he did not speak any English, and then, the culture, which is very different from what we knew. I do not say that the culture is bad, just different.
In the beginning when he started his new life, he never thought that he was different from the others, that he would not have the same opportunities as the others. But when he became a teenager, he realized that he could not travel freely in this country, that he could not apply for benefits, that he could not work. These, among many other things, undermined his mental health and his happiness. But one day, something amazing happened for him and for many young people in his situation: a window of opportunity and the hope of living like any other young man of his age. It was an application for DACA, Deferred Action for Childhood Arrivals, an executive order that provides undocumented students with the opportunity to apply for things like a social security number and a work permit. This not only changed my life, but my whole family. He now has the opportunity to travel, to work, and to feel more part of this community which has adopted him and of which he feels is his.
Deferred Action for Youth has been a great help to many families like mine that for different situations had to bring our children to live in the United States. Our children have every right to demonstrate that they are as capable as anyone of contributing greatly to this Nation that has seen them grow. I no longer feel so guilty for having ripped him out of his country because I know he now lives as part of this country. I just hope they do not take away from them this great opportunity that they have given these young women to demonstrate how great they can become!
I started volunteering at the Coalition on Homelessness almost nine years ago, and I have had the opportunity to learn many things in this community. Something very important is that I was able to know my rights as an immigrant and how to defend myself and fight for them. And now I feel the moral obligation to pass on that knowledge to other families so that, like me, they can become leaders in their own lives and in their community. Thanks to what I learned at the Coalition, I became part of the school leadership that my children attend, and I am encouraging more immigrant mothers like myself to be encouraged to take the plunge and be leaders not only within the school but also in our communities. A great barrier in my path is the different culture, language, education, migratory status or fear of racism that immigrant mothers face in the U.S. I know that I still have a long way to go to get more mothers to join me in the struggle for our rights, but I will continue to stand up for my family and all families like mine!
Me llamo Irma.
Me llamo Irma. Soy madre de tres hijos. Vine de México hace más de diez años con la esperanza de darle una familia completa a mi hijo. Como muchas mujeres de Latinoamérica, que nuestros esposos se vienen a este país con el fin de proporcionarnos una mejor vida. Pero es muy difícil para nuestro hijos entender que sus padres no los abandonaron que salieron para apoyarlos, para tratar de darles una vida mejor. Mejor en el sentido económico porque en lo emocional—eso no pasa, es muy difícil criar una sola a sus hijos, educarlos y salir adelante. Así que después de muchos años de estar esperando que él regresara, nos venimos a vivir para acá, mi hijo en ese momento tenía 9 años. Lo traje con mis mejores intensiones, pero jamás pensé que él tendría que atravesar por muchas barreras; primero, el idioma: él no hablaba nada de ingles y segundo, la cultura es muy diferente a la que nosotros conocíamos, no digo que sea mala, solo diferente.
En un principio y cuando él se acopló a su nueva vida, jamás se puso a pensar que él era diferente a los demás, que no podía tener las mismas oportunidades que los demás. Pero cuando llegó a ser un adolescente se dio cuenta que él no podía viajar libremente en este país, que no podía aplicar por beneficios, no podía trabajar. Muchas cosas que fueron minando su salud mental y su felicidad. Pero un día pasó algo asombroso. Se abrió para él y para muchos jóvenes en su situación una ventana a la esperanza de vivir como cualquier otro joven de su edad. Aplicar para DACA, una orden ejecutiva que le da la oportunidad para que apliquen los jóvenes que cubren ciertas características, por un número de seguro social y un permiso de trabajo. Esto no solo le cambió la vida a él , sino a toda mi familia. Él ahora tiene la oportunidad de viajar, de trabajar, de sentirse más parte de esta comunidad la cual lo ha adoptado y de la cual se siente es suya.
La Acción Diferida para Jóvenes ha sido una gran ayuda para muchas familias como la mía que por diversas situaciones tuvimos que traer a nuestros hijos a vivir en los Estados Unidos. Nuestros hijos tienen todo el derecho de demostrar que son tan capaces como cualquiera de contribuir grandemente a esta nación que los ha visto crecer.
Ya no me siento tan culpable por el hecho de haberlo arrancado de su país porque sé que ahora vive como parte de este país. ¡Solo espero que no les quiten esta gran oportunidad que les han dado a estas jóvenes de demostrar lo grande que pueden llegar a ser!
Yo comencé como voluntaria en la Coalición de Desamparados hace casi nueve años y he tenido la oportunidad de aprender muchas cosas en esta comunidad. Algo muy importante es que pude conocer cuales son mis derechos como inmigrante y cómo defenderme y pelear por ellos. Y ahora me siento con la obligación moral de transmitir esos conocimientos a otras familias para que al igual que yo puedan convertirse líderes en su vida privada y en su comunidad. Gracias a lo aprendido en la Coalición formó parte del liderazgo de la escuela a la que asisten mis hijos y estoy impulsando a más madres inmigrantes como yo a que se animen a dar el paso y ser líderes no solo dentro de la escuela sino en nuestra comunidad. Me he encontrado con una gran barrera en mi camino pues muchas madres inmigrantes por cuestiones de cultura, idioma, educación, estatus migratorio o por miedo al racismo. Se que aún tengo mucho camino que recorrer para convencer a más madres de seguirme en la lucha de nuestros derechos pero seguiré en pie de lucha por mi familia y todas las familias como la mía! ≠